jueves, 1 de diciembre de 2016

​¿Cómo detectar a un psicópata? 10 características

Por: Ricardo Vásquez Cigarroa

Cuántas veces no hemos escuchado en las noticias: un hombre aparentemente normal, que gozaba de buena reputación y que nunca había levantado sospechas, un día es llevado ante la corte a declarar por una serie de crímenes que ni sus más allegados sospecharían que sería capaz de cometer. Alguien totalmente integrado en la comunidad pasa a ser, de la noche a la mañana, un criminal.
Este tipo de cosas pueden llevar a plantearnos una pregunta algo macabra:

¿Sería yo capaz de reconocer a un psicópata?

Y es que, si bien los psicópatas no tienen por qué cometer actos delictivos o crímenes, es cierto que por sus características son capaces de actuar de romper las normas de convivencia tal y como lo haría alguien aislado, desesperado y sin recursos. Sin embargo, los psicópatas sí tienen recursos sociales: son carismáticos y saben cómo causar una buena impresión. Es por eso que, muchas veces, identificar a un psicópata que se dispone a realizar una ilegalidad es complicado.

Detectar a un psicópata

Así pues, ¿es posible idntificar a los psicópatas? Desde luego, “del dicho al hecho hay un trecho” y es que, sin importar las características que enumeran los manuales de diagnóstico o la cantidad de expertos que afirman que los rasgos inequívocos de la psicopatía son “X” o “Y”, la verdad es que cada psicópata tiene una manera diferente de desenvolverse en sociedad. Y, claro, pareciese que los psicópatas dispuestos a cometer crímenes cada día aprenden a pasar más desapercibidos.

¿Cómo son los psicópatas? 10 rasgos característicos

Sin embargo, sí existen ciertas tendencias y patrones de comportamiento que, a partir de la estadística, hacen algo más posible detectar a un psicópata. Aquí puedes encontrar 10 claves que suelen resultarles útiles a los expertos.

1. No se plantean metas a largo plazo

Los psicópatas tienden a llevar un estilo de vida fundamentado en la inmediatez, por lo que el mañana les preocupa relativamente poco en comparación a objetivos más cercanos en el tiempo (especialmente si estos son muy primarios y basados en impulsos). Tienden a satisfacer sus necesidades más básicas (hambre, sexo, alojo, etc.) por lo que no tienden a planificar su futuro con meticulosidad.
Pueden organizarse para perseguir un fin que ellos consideren importante, pero generalmente estas metas siempre persiguen resultados a corto plazo. Por ejemplo, un psicópata con propensión al crimen podría robar un coche lujoso para impresionar una chica y lograr que se suba a él para abusar de ella sexualmente después.

2. Mitomanía

Dejemos algo bien en claro: todo el mundo miente. Algunos más, otros menos. Ahora bien, no es lo mismo una mentira “pequeña” o “blanca” a decir mentiras de manera patológica.
Los psicópatas tienen una gran facilidad para mentir, y a veces lo hacen para obtener lo que quieren inclusive si ello significa perjudicar a otras personas ya que no prevén la naturaleza de las consecuencias de dichas mentiras. Además, siempre tienden a justificar y racionalizar sus actos.

3. Irresponsabilidad

La descripción clásica de los psicópatas los caracteriza como personas que no se sienten atadas a “contratos” o “pactos” con el resto de la humanidad.
Esto significa que tienen dificultades para reprimir ciertos comportamientos para no perjudicar al resto. Es por esta razón que tienen la peculiaridad de ser esporádicos en los trabajos que desempeñan, así también como el mudarse constantemente de residencia. En la historia de vida de un psicópata es común hallar que los empleos que realizó fueron desempeñados durante breves lapsos de tiempo.

4. Encanto superficial y falsa adaptación

Los psicópatas suelen desenvolverse en la vida cotidiana con relativa adaptabilidad debido a que han aprendido ingeniosamente a ganarse la confianza de los demás con su falso encanto.
Estas actitudes simplemente son estratagemas empleadas para ocultar sus verdaderas intenciones. Tal es el caso de John Wayne Gacy “el payaso asesino” en el que los policías se quedaron asombrados tras escuchar a los vecinos referirse a Gacy como un hombre amable y cortés. O aquel exitoso hombre de negocios que estrecha manos amablemente mientras se dedica al lavado de dinero en su empresa.

5. No establecen vínculos afectivos a largo plazo

Este punto se intuye en los anteriores. La inestabilidad sentimental es una característica casi unánime en las personas que han sido diagnosticadas con psicopatía.

6. Resultan problemáticos

El DSM-IV manifiesta que las personas con trastorno antisocial de la personalidad se caracterizan por su incapacidad para comprender las normas y reglas de la sociedad, así como un patrón general de desprecio y violación a los derechos de los demás.
Los psicópatas tienden a ser conflictivos y en su historial no sorprende encontrar que han sido sentenciados por algún delito en más de una ocasión. Con frecuencia se meten en líos y cuyos castigos y consecuencias parecen no importarles en absoluto.

7. Tienden a la vida parasitaria

Las cosas que tengan que ver con la rutina y la responsabilidad (como un trabajo legal y estable, verbigracia) les resultan aburridas, por lo que prefieren llevar un estilo de vida parasitario. Esto es, vivir a costa de los demás.

8. Son manipuladores

Los psicópatas tienen una increíble capacidad casi innata para la persuasión y para la seducción, herramientas que con frecuencia emplean para manipular a otros y lograr sus perversos fines.
No escatiman en tratar a otros como objetos que pueden usar este carisma para obtener lo que quieren, inclusive si ello lleva perjuicio o daño a otras personas. Es por ello que les gusta “relacionarse” con personas sumisas y de carácter dependiente para poder aprovecharse o abusar de ellas.

9. Carecen de empatía

Probablemente se trate de la característica casi inequívoca de un trastorno psicopático en la persona. Los psicópatas no tienen la capacidad para “ponerse en los zapatos del otro”, de sentir lo que la otra persona siente. Sin embargo, los psicópatas sí pueden entender las emociones de otras personas, identificar qué cambios fisiológicos conlleva un estado de ánimo e inclusive imitarlo.
Por ejemplo, un psicópata sabrá que alguien sonriente probablemente se sienta feliz, o alguien que llora se encuentra triste, sin embargo estas emociones ajenas son ininteligibles para ellos más allá de su comprensión de ellas a nivel teórico. No pueden entender el júbilo o el dolor que experimenta el otro.

10. No sienten miedo, culpa o vergüenza

Los psicópatas no se arrepienten de sus actos, pues carecen de conciencia moral dado que viven bajo su propio esquema de valores, haciendo lo que ellos consideran necesario para satisfacer sus necesidades. Sin embargo, saben usar la culpa contra otras personas “de bien” y en favor de ellos con una maestría impresionante para manipular.
Por otro lado, los psicópatas frecuentemente buscan acciones que resulten excitantes, razones por lo que la rutina tiende a aburrirles. Lo anterior conlleva a la búsqueda de actividades llamativas e incluso temerarias, ya que no experimentan miedo ni se sienten intimidados por nada ni nadie.

¿En quién confiar?

Actualmente se estima que el número de psicópatas (su prevalencia) podría encontrarse en la horquilla que hay entre el 1% y el 3% de la población mundial total. Sin embargo, y aunque sólo los expertos pueden diagnosticar e identificar casos de psicopatía, sí hay lecciones que podemos aprender a partir de todo esto. Entre ellas, el hecho de que algunos seres humanos (aunque poco numerosos) pueden ir muy lejos dañando a los demás, y no todos tenemos frenos morales inamovibles.
La doctora Ana Beatriz Barbosa Silva, por ejemplo, recomienda que cuando debamos decidir en quién confiar, debemos tener muy presente que la combinación coherente de acciones malvadas con frecuentes juegos escénicos que apelan a la piedad son como “una señal luminosa plantada en la frente de una persona sin conciencia”. Y es que la combinación entre manipulación emocional y falta de control de los impulsos puede resultar muy peligrosa.
Pese a ello, claro está, las personas que reúnan estas características no son necesariamente asesinas seriales y, quizá ni siquiera violentas. Sin embargo, sí son individuos con los que puede costar mucho formar vínculos afectivos y llegar a consolidar una relación sana y simétrica en la que podamos confiar al otro nuestros bienes, dejarle al cuidado a nuestros hijos, hacer negocios con este o compartir secretos. Después de todo, ni todos los psicópatas son delincuentes, ni todos los delincuentes son psicópatas.


Referencias bibliográficas:

  • Barbosa Silva, A. B. (2011): Mentes peligrosas. Madrid: Aguilar Fontanar.
  • Marchiori, H. (2002): Psicología criminal. México DF: Porrúa.

viernes, 18 de noviembre de 2016

Las 5 diferencias entre autoconcepto y autoestima

Por: Arturo Torres

Los conceptos de autoestima y autoconcepto sirven para referirse al modo en el que construimos una idea de nosotros mismos y cómo nos relacionamos con ella, pero lo cierto es que muchas veces pueden llegar a confundirse entre sí.
Conviene tener claras las diferencias que existen entre ambas para saber cómo pensamos en nosotros mismos.

Las principales diferencias entre autoestima y autoconcepto

A continuación puedes ver los puntos básicos que sirven para distinguir la autoestima del autoconcepto.

1. Uno es cognitivo, el otro es emocional

El autoconcepto es, básicamente, el conjunto de ideas y creencias que constituyen la imagen mental de lo que somos según nosotros mismos. Por lo tanto, es un entramado de información que puede ser expresada de manera más o menos textual a través de afirmaciones sobre uno mismo: "soy malhumorado", "soy tímida", "no sirvo para hablar frente a muchas personas", etc.
La autoestima, en cambio, es el componente emocional que está vinculado al autoconcepto, y por lo tanto no puede ser diseccionada en palabras, porque es algo totalmente subjetivo.

2. Uno se puede plasmar en palabras, el otro no

Esta diferencia entre autoestima y autoconcepto se deriva de la anterior. Nuestro autoconcepto (o, mejor dicho, parte de este) puede ser comunicado a terceras personas, mientras que no ocurre lo mismo con la autoestima.
Cuando hablamos sobre aquellas cosas de nosotros mismos que nos hacen sentir mal (sean más o menos reales y exactas o no), en realidad estamos hablando acerca de nuestro autoconcepto, porque la autoestima no se puede reducir a palabras. Sin embargo, nuestro interlocutor reunirá esa información que le damos acerca del autoconcepto y a partir de ahí imaginará la autoestima que está asociada a este. Sin embargo, esta tarea consistirá en recrear de manera activa la autoestima de la otra persona, no en reconocerla en la información verbal que llegue.

3. Apelan a tipos de memoria diferentes

La autoestima es una respuesta básicamente emocional ante la idea que tenemos de nosotros mismos, lo cual significa que está relacionada con un tipo de memoria implícita: la memoria emocional. Esta clase de memoria está especialmente relacionada con dos partes del cerebro: el hipocampo y la amígdala.
El autoconcepto, sin embargo, está asociado a un tipo de memoria diferente: la declarativa, que está más relacionado con el hipocampo y las zonas de corteza asociativa que se reparten por la corteza cerebral. Está conformado con una serie de conceptos que hemos aprendido a asociar con la idea de "yo", y que puede contener todo tipo de conceptos: desde la alegría o la agresividad hasta el nombre de ciertos filósofos o la idea de ciertos animales que identificamos con nosotros. Eso sí, ciertos conceptos estarán más relacionados con el núcleo de nuestro autoconcepto, mientras que otros formarán parte de la periferia de este.

4. Una tiene un componente moral, el otro no

La autoestima es la manera en la que nos juzgamos a nosotros mismos, y por lo tanto depende de la semejanza que percibamos entre nuestro autoconcepto y la imagen que hemos creado del “yo ideal”.
Por lo tanto, mientras que el autoconcepto está al margen de juicios de valor, la autoestima está fundamentada en el juicio de valor fundamental acerca de lo que vale uno mismo: depende de hasta qué punto creemos estar cerca de “lo bueno”, y por lo tanto nos traza un camino que nos indicará si nos estamos acercando o alejando de lo que deberíamos ser.

5. Una es más fácil de cambiar que la otra

Al formar parte de la memoria emocional, la autoestima puede ser muy difícil de cambiar, ya que no obedece a los criterios de la lógica, del mismo modo en el que las fobias, que también dependen de la memoria emocional, nos hacen tenerle miedo a estímulos y situaciones que en base a la razón no deberían darnos miedo.
El autoconcepto, si bien está relacionado con la autoestima y por lo tanto sus cambios se corresponden en parte con los de esta, es algo más fácil de cambiar, porque puede ser modificado directamente mediante la reestructuración cognitiva: si nos paramos a pensar sobre el modo en el que nos vemos a nosotros mismos es muy fácil que detectemos inconsistencias y partes que fallan, y que las reemplacemos por creencias e ideas más viables a la hora de explicar quiénes somos.
Por ejemplo, si creemos que somos marcadamente tímidos pero luego nos damos cuenta que en ocasiones pasadas hemos llegado a mostrarnos muy seguros y confiados al dar charlas frente a muchas personas en una exposición sobre un tema que nos apasiona, es fácil que pasemos a pensar que nuestra timidez es algo más moderada y circunstancial. Sin embargo, esto no tiene por qué traducirse en una mejora de la autoestima, o al menos no de manera inmediata.
Puede ser que en futuras ocasiones recordemos que no somos tan tímidos después de todo y que, por lo tanto, no nos comportemos con tanta timidez, lo cual haría que los demás den más importancia a nuestra presencia y, ahí sí, nuestra autoestima podría mejorar, al ver cambios verdaderos en el mundo real que nos dicen el valor que podemos llegar a tener.

Una frontera muy difuminada

Aunque existan diferencias entre el autoconcepto y la autoestima, hay que tener claro que ambos son constructos teóricos de la psicología, que ayudan a entender cómo pensamos y cómo actuamos, pero que no describen elementos de la realidad claramente diferenciables.
En realidad, ambos ocurren conjuntamente; como prácticamente todos los procesos mentales y fenómenos subjetivos que experimentamos, son el resultado de un sistema en bucle de partes del cerebro que funcionan a una increíble velocidad y que están interactuando constantemente con nuestro entorno coordinándose entre sí. Eso significa que, por lo menos en los seres humanos, no puede existir autoconcepto sin autoestima, y viceversa.

Fuente:  Torres, A.  Psicología y Mente.   Las 5 diferencias entre autoconcepto y autoestima.   Recuperado en. https://psicologiaymente.net 

martes, 15 de noviembre de 2016

Despertarse varias veces en la noche es nefasto para tu estado de ánimo y tu cerebro

El sueño es un asunto serio, o al menos debería serlo. De hecho, hay quienes se irritan y enfadan muchísimo cuando no logran dormir bien o les despiertan a mitad del sueño. Lo curioso es que no se trata de un enfado “consciente” sino de un profundo malestar que se experimenta a nivel casi visceral. Ahora la ciencia explica qué sucede en tu cerebro cuando te despiertas varias veces por la noche y por qué te sientes tan irritable al día siguiente.

Menos horas de un tirón es mejor que más horas con despertares frecuentes

Investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins reclutaron a 62 personas sanas y las dividieron en tres grupos experimentales de sueño. Un primer grupo podía dormir durante tres noches sin interrupciones, un segundo grupo debía irse a la cama más tarde durante esas tres noches y a un tercer grupo se les despertaba ocho veces a lo largo de la noche. El objetivo era analizar cómo influirían esas tres condiciones de sueño en el estado de ánimo al día siguiente. 
Así los investigadores comprobaron que durante la primera noche, tanto las personas que se habían acostado tarde como aquellas que se habían despertado varias veces, mostraban un empeoramiento del estado de ánimo, se sentían más irritables y estaban más enfadadas. 
Sin embargo, a partir de la segunda noche se produjo un cambio. Las personas que se acostaron tarde reportaron una mejoría en el estado de ánimo del 12% en comparación con el primer día, indicando que su organismo se estaba adaptando al cambio. No obstante, quienes se despertaron varias veces por la noche mostraron un empeoramiento del 31%. Estos resultados se mantuvieron al tercer día.

¿Por qué es tan dañino despertarse varias veces?

Los investigadores señalan que nuestro organismo se puede acostumbrar a dormir durante menos horas, pero que la fragmentación del sueño es muy perjudicial para nuestro estado de ánimo. De hecho, debemos recordar que durante el sueño una parte de nuestro cerebro se mantiene muy activa, eliminando las sustancias de desecho del metabolismo diurno y reorganizando en la memoria las experiencias que vivimos durante el día. No obstante, las zonas que más utilizamos mientras estamos despiertos, descansan. El sueño es una oportunidad para recargar nuestro agotado cerebro.
Obviamente, cuando nos despertamos varias veces a lo largo de la noche nuestro cerebro no tiene la oportunidad de progresar a través de las diferentes fases de sueño para obtener el descanso que necesita. Por eso, al levantarnos podemos sentirnos agotados, aunque hayamos "dormido" las 8 horas reglamentarias.

De hecho, estos investigadores comprobaron que las personas que se despertaban varias veces en la noche tenían períodos más cortos de sueño profundo de onda lenta, que es precisamente el más reparador y el momento que nuestro cerebro aprovecha para “desconectarse” del cuerpo.
Obviamente, esa fragmentación del sueño repercutirá en nuestro estado de ánimo. Los investigadores notaron que las personas que no lograban descansar bien no solo se sentían más agotadas mentalmente y sin energía sino que también respondían con mayor irritabilidad y se reducían sus sentimientos de simpatía y amabilidad hacia los demás.

¿Qué ocurre en tu cerebro cuando no duermes?

Cuando no dormimos bien se produce un aumento de la actividad de la amígdala, la cual desempeña un rol fundamental en la activación de emociones negativas como la ira y la agresividad. A la vez, se produce una “desconexión” de la amígdala con las áreas corticales, como el córtex del cíngulo anterior, que son las que nos permiten regular nuestras respuestas emocionales.

De hecho, otro estudio muy interesante realizado en la Universidad de Tel Aviv nos brinda nuevas pistas sobre lo que sucede en el cerebro cuando no dormimos. Estos investigadores reclutaron a un grupo de personas y les pidieron que pasaran una noche entera sin dormir. Al día siguiente realizaron un test de atención en el que aparecían imágenes de contenido emocional neutro, positivo o negativo.

Lo curioso fue que las personas que no habían dormido se fijaban más en las imágenes negativas y mostraban una actividad inusualmente elevada de la amígdala, la cual se activaba incluso ante los estímulos neutros. Esto significa que cuando no dormimos o nos despertamos varias veces en la noche perdemos la capacidad de ser objetivos y reaccionamos ante los estímulos como si fueran una amenaza, aunque no lo sean.
Es por eso que después de una mala noche de sueño, estamos tan irritables y enfadados, y nos resulta muy difícil controlar nuestras reacciones. Por tanto, será mejor que no te tomes el sueño a la ligera. Tu cerebro necesita descansar.
Fuentes:
Finan, P. et. Al. (2015) The Effects of Sleep Continuity Disruption on Positive Mood and Sleep Architecture in Healthy Adults. Sleep; 38(11):1735–1742.
Hendler, T, et. Al. (2015) Losing Neutrality: The Neural Basis of Impaired Emotional Control without Sleep. Journal of Neuroscience; 35 (38) 13194-13205.

Antes de criticar, piensa qué dice esa crítica sobre ti

La palabra crítica, como muchas otras que usamos a diario, se han alejado mucho de su significado original. De hecho, proviene de la raíz indoeuropea “skribh”, que en un principio significaba separar y discernir. Más tarde esta palabra adoptó otro significado, más vinculado a la capacidad de decisión y de emitir un juicio. Luego siguió evolucionando y en la actualidad muchas personas le atribuyen un significado completamente negativo.
Sin embargo, la crítica en sí no es negativa, todo depende de cómo la realizamos. Existen críticas que pueden ayudarnos a crecer y hay críticas que pueden destruirnos. Por eso, en el fondo, la crítica también dice mucho de nosotros, sobre la persona que critica. 

Los 3 tipos de críticas que revelan tu “yo” más profundo

Nicolás Maquiavelo dijo“en general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven”. Por eso, la crítica siempre es expresión de quiénes somos y de lo que pensamos. A través de una crítica desvelamos nuestros estereotipos y expectativas, y muchas veces hasta nuestro estado de ánimo. De hecho, aunque muy pocas personas se dan cuenta de ello, su forma de criticar es una de las expresiones más íntimas de su personalidad, a través de la cual pueden quedar completamente desnudos ante el ojo más sensible.
Existen diferentes tipos de críticas:
- La crítica amigable. En este caso la persona que critica es capaz de establecer cierto vínculo emocional con el otro, por lo que realiza la crítica desde la empatía. Su objetivo es ayudar, proteger, motivar y/o desarrollar. Este tipo de crítica está vinculada con el concepto griego de “parresía”, que significa hablar con franqueza y libertad por el bien del otro, aunque eso implique ponerse en cierto riesgo. Obviamente, las personas que realizan este tipo de críticas son invaluables y deberíamos encargarnos de tenerlas siempre a nuestro lado porque nos ayudan a ver lo que nosotros no podemos vislumbrar.
- La crítica “objetiva”. En este caso la persona adopta una actitud más indiferente, establece una distancia emocional y suele utilizar argumentos de carácter más abstracto e impersonal para fundamentar su opinión. El problema es que normalmente el objetivo de esta crítica es corregir y en muchas ocasiones se utiliza como excusa para encubrir la hostilidad, la envidia o resaltar la superioridad intelectual o moral. De hecho, muchas personas enmascaran sus sentimientos bajo esa apariencia de “objetividad”, que suele esconde la idea de que solo ellos están al servicio de la verdad, la perfección o saben cómo hacer bien las cosas.
- La crítica hostil. En este caso la persona ataca directamente a través de la crítica, sin reparar en los daños que puede causar. De hecho, su objetivo es rechazar, culpabilizar, desacreditar o destruir directamente. No obstante, para lograrlo puede usar diferentes estrategias y no siempre se trata de ataques frontales por lo que a veces es difícil distinguir estas críticas. En el fondo, estas críticas lo que expresan es una incapacidad de la persona para ponerse en el lugar de los demás, gestionar sus emociones y relacionarse desde una postura respetuosa. Obviamente, es fundamental aprender a acorazarse contra estas críticas ya que pueden llegar a hacer mucho daño.

Piensa el doble, habla la mitad 

La crítica siempre dice más de quien critica, que de quien es criticado, porque expresa una forma de ver el mundo y unos valores en las relaciones interpersonales. Por eso, es conveniente que antes de criticar, pienses en lo que esas palabras expresan de ti y te preguntes si esa es la imagen que quieres cultivar y mostrar al mundo.
De hecho, puedes utilizar la crítica como una herramienta de cambio, para aprender a conocerte mejor y crecer como persona. 
1. Analiza qué motiva esa crítica. Si respondes a menudo con críticas ácidas y exageradas, es probable que no estés reaccionando ante esa situación específica o la persona que tienes delante sino que esa reacción es el reflejo de un problema mucho más profundo, ya que denota frustración, ira, desilusión y/o inseguridad. Por tanto, el problema no es lo que estás criticando sino algo más, dentro de ti, que deberías solucionar.
2. Ponte en el lugar del otro. Antes de criticar, intenta ponerte en el lugar del otro. Recuerda que muchas veces es más fácil convertirse en juez que ser la mano amiga que se tiende para dar ayuda. Intenta comprender por qué el otro ha actuado así. La comprensión y la empatía dirán muchas más cosas positivas de ti que la ira y la intolerencia.
3. Expresa una opinión, no un juicio. Las críticas, para no generar una actitud defensiva, deben mantenerse como una opinión, no deberían transformarse en un juicio. Si te conviertes en juez solo estás demostrando tu incapacidad para ser empático y tu prepotencia. No es lo mismo decir “lo que has hecho no sirve para nada” que “no me gusta lo que has hecho”. En el primer caso hay un juicio de valor que, por demás, es exagerado, en el segundo caso se trata tan solo de una opinión objeto de debate y, como tal, una oportunidad de crecimiento para ambas partes.
En cualquier caso, siempre es mejor criticar menos y ayudar más, hablar menos y pensar más, mirar más hacia adentro que girar el dedo acusatorio hacia afuera.

Fuente: El Rincón de la psicología

miércoles, 5 de octubre de 2016

Misofonía: la enfermedad que hace que los sonidos del día a día resulten insoportables

A los misófonos les disgustan enormemente sonidos de la vida cotidiana y les generan ansiedad y ataques de pánico.
Oir mascar a otra persona, carraspear o incluso respirar.
También el sonido de la lluvia al caer, las voces de niños, el "click" de un bolígrafo o el golpeteo de dedos sobre una mesa.
Son algunos de los sonidos del día a día que irritan enormemente a quienes sufren misofonía, hasta el punto de provocarles altos niveles de ansiedad, disgusto, ira extrema y miedo.
"Afecta de forma diferente a cada persona pero, en la mayoría de los casos, los sonidos que más molestan son los de otra gente comiendo o respirando", le contó a BBC Mundo Guy Fitzmaurice, fundador y director de Misophonia UK.
Fitzmaurice sufre el trastorno desde los 10 años, aunque en ese momento no sabía que lo tenía. Sólo sentía que "le molestaban los ruidos" que producían otras personas.
"Las reacciones suelen ser enfado, rabia y ataques de pánico", asegura.

Algunos datos sobre la misofonía

  • Los síntomas suelen presentarse entre los 10 y los 12 años.
  • Los sonidos más molestos están vinculados con la respiración y la alimentación.
  • Resulta más irritante cuanto más cercana al afectado es la persona que produce el ruido.
  • La reacción más frecuente es la rabia extrema.
Misofonía significa, literalmente, "odio al sonido" y también se conoce como Síndrome de Sensibilidad Selectiva al Sonido (SSS), cuando esta hipersensibilidad responde sólamente a sonidos por debajo de una conversación normal (de entre 40 y 50 decibelios).
Se trata de una respuesta desproporcionada del sistema nervioso a ciertos sonidos cotidianos y sus síntomas suelen aparecer al final de la infancia o al principio de la adolescencia.
Aunque el término fue acuñado en 2001 por los neurocientíficos estadounidenses Pawel y Margaret Jastreboff, no fue hasta 2013 cuando se clasificó como un desorden psiquiátrico.
Es por ello por lo que "es difícil encontrar estadísticas respecto al número de afectados", explica Fitzmaurice.
Además, algunos expertos aseguran que la aversión a estos sonidos suele ser más intensa si estos son producidos por personas cercanas o familiares.

"Pensamientos violentos"

Chirs Legard exploró en su programa de BBC Radio 4 Word of Mouth los problemas en cuanto a la incomprensión de la enfermedad.
Al preguntar a algunos afectados sobre sus reacciones ante sonidos que les molestan, aseguraron que tienen "pensamientos violentos" .
"Pasa de repente y es incontrolable. Siento que quiero golpear a la gente", relató una de las afectadas.
"A menudo evito el tomar el tren porque la gente suele comer allí".
Por otra parte, según el doctor Sukhbinder Kumar, la reacción en la mayoría de los casos suele ser "una mezcla entre rabia y disgusto".
"Estamos intentando averiguar cuál de las dos emociones es la predominante, según las zonas que se activan en el cerebro, a través de encefalogramas".
Kumar asegura que las consecuencias del trastorno son enormes, desde divorcios hasta gente que tuvo que dejar su trabajo.
"Es un trastorno psiquiátrico y tiene un gran impacto en las vidas sociales de quienes lo sufren", aseguró.

Sin cura ni tratamiento definido

Aunque muchos de los afectados tienen un cuadro médico similiar al de personas con Transtorno Obsesivo Compulsivo (TOC), todavía no hay cura ni existe un tratamiento definido.
Ciertas organizaciones sugieren la aplicación de terapias cognitivas o cognitivo-conductuales, que intentar comprender cómo se siente el individuo y cómo le afecta esta enfermedad.
Otros afectados, cuyo testimonio publicó Misophonia UK, hablan de hipnosis psicoterapéutica, así como terapias de respiración abdominal, para poder calmar los ataques de pánico.
Pero Fitzmaurice se muestra escéptico: "según mi experiencia personal, no hay tratamientos efectivos".
En ocasiones, los misófonos son tildados de histéricos y malhumorados y se sienten incomprendidos.
Algunos hablan abiertamente de su enfermendad, como los YouTubers Tudda Pudda, Monique Robinson o Tyler Connell.
Pero otros terminan aisládose para evitar los "insoportables" sonidos.


Fuente:  BBC Mundo.  Misofonía: la enfermedad que hace que los sonidos del día a día resulten insoportables.  Octubre 2015.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Una guía para desarrollar tus Habilidades Sociales




La ciencia de las habilidades sociales y emocionales sigue siendo una gran desconocida para muchos.Todavía hay personas que creen que el carisma no se aprende, que se nace con él o sin él. O que deben fingir seguridad y confianza para tener éxito. O que si se abren emocionalmente serán vulnerables y la gente les hará daño.
Durante muchos años yo también me creí cosas parecidas. Por eso en este artículo no encontrarás nada basado en opiniones o creencias.
Lo que vas a leer es información contrastada científicamente que te ayudará a entender qué son las habilidades sociales, por qué pueden convertirse en tu mejor aliado para ser feliz, y un sencillo sistema que te permitirá mejorarlas desde hoy mismo.


Qué son las habilidades sociales: definición

A pesar de que no existe una única definición aceptada, las habilidades sociales se pueden definir como las herramientas de comunicación, tanto verbal como no verbal, que usamos para relacionarnos con las demás personas de forma eficaz y saludable.
Estas habilidades están muy vinculadas a la forma en que nos juzgamos a nosotros mismos (nuestra autoestima), por lo que no son simplemente conductas aisladas. Y es que si no sentimos que merecemos ser respetados, difícilmente podremos pedir que nos respeten.
Tampoco es necesario ser extrovertido ni el alma de la fiesta para ser hábil socialmente. Eso es un estereotipo que, gracias al trabajo de investigadores como la Dra. Susan Cain, se está empezando a rebatir.
Evitar ser el centro de atención o preferir la compañía de un buen libro en lugar de un acto social no deben ser obstáculos para poder relacionarse de forma brillante. Porque las habilidades sociales también consisten en poder ajustar tu conducta a las distintas situaciones que vayas encontrando.
Sin embargo mucha gente todavía cree que se nace con habilidades sociales o sin ellas. Pero las habilidades sociales se aprenden. Lo que ocurre es que lo hiciste a una edad tan temprana que no recuerdas haberlo hecho de forma consciente.
Pero lo hiciste. Durante tu primera infancia fuiste observando, copiando y modificando las conductas que veías en los demás. Y eso significa que, aunque te suponga un esfuerzo, puedes hacer lo mismo una vez adulto.

La importancia de las habilidades sociales

Resulta paradójico que durante la escuela aprendamos a resolver integrales dobles, un conocimiento que probablemente no volvamos a necesitar jamás, y no recibamos ninguna formación sobre cómo comunicarnos de forma asertiva y empática.
Y es que las habilidades sociales son mucho más importantes de lo que la gente cree. Su utilidad no se limita a resolver conflictos, resultar convincente o mantener conversaciones interesantes. Su utilidad va a condicionar toda tu vida.
Una investigación siguió la vida de 724 participantes durante ¡75 años! y sus conclusiones fueron que lo que más importa en esta vida es la calidad de nuestras relaciones.

Tus éxitos profesionales, la relación con tus amigos y la imagen que proyectas dependen de tus habilidades sociales, no de tus conocimientos o títulos universitarios. Por eso tu capacidad de relacionarte con las personas es fundamental para ser feliz.
De hecho, en una investigación de la Universidad de Stanford donde se pretendía encontrar qué factores conducían al éxito profesional, se observó como 10 años después de haber terminado los estudios eran los estudiantes con mayores habilidades sociales y capacidad para expresarse los que habían conseguido mejores posiciones laborales.
Los estudiantes más comunicativos y decididos eran capaces de venderse a sí mismos y sus productos o servicios, algo crítico para destacar como directivo. Por otro lado, los estudiantes tímidos solían terminar en puestos técnicos y peor remunerados.
Una investigación similar demostró otro beneficio material: los trabajadores más asertivos ganaban más dinero, en concreto cerca de 600.000 dólares adicionales durante una carrera laboral de 40 años. Sin embargo, aquellos empleados que esperaban que les llegaran los aumentos de sueldo por méritos propios casi nunca terminaban consiguiéndolos.
La importancia de las habilidades sociales es indiscutible: no solo ganarás más dinero, sino que serás más feliz.

Tipos de habilidades sociales

Tampoco existe ninguna clasificación consensuada para estas aptitudes. Hay autores que las organizan entre habilidades sociales básicas (conductas que no requieren demasiado esfuerzo como escuchar, preguntar, agradecer, etc) y avanzadas (opinar, disculparse, persuadir, etc), mientras que otros las separan por temas como la capacidad de decir no, pedir favores o hacer peticiones, expresar sentimientos o iniciar y mantener conversaciones.
En mi opinión, una clasificación más lógica sería en función del emisor, el receptor y el objetivo de la comunicación.
  • Autoestima (cómo te relacionas contigo mismo)
  • Autocontrol (cómo gestionas tus emociones)
  • Asertividad (cómo expresas tus ideas y opiniones)
  • Conversación (cómo intercambias información)
  • Persuasión (cómo afectas la opinión o actitud de los demás)
  • Empatía (cómo percibes los sentimientos de los demás)
  • Presencia (cómo haces sentir a los demás)
Aunque todas están relacionadas entre sí, esta clasificación permite diferenciar las habilidades sociales en tres grandes apartados: las habilidades de Confianza, las de Comunicación, y las de Conexión.

Cómo desarrollar las habilidades sociales

Mejorar estas habilidades es un proceso de adquisición de hábitos, y como tal, requiere entrenamiento y repetición de la conducta. Aunque en niños pequeños este proceso suele producirse inconscientemente, también es posible realizarlo voluntariamente a través de algún programa de formación en habilidades sociales.
En los adultos también se ha demostrado empíricamente que es posible desarrollarlas, pero suele requerir mayor esfuerzo y constancia.
El principal obstáculo es que, debido a la extendida idea de que son innatas, hasta hace poco no se ha empezado a divulgar los resultados de los estudios científicos acerca de qué tipos de conductas y creencias resultan más beneficiosas.
De hecho, esta falta de conocimientos es la culpable de que nuestra respuesta habitual frente una determinada situación (un conflicto durante una conversación, un intento de persuadir, etc) sea precisamente la menos apropiada, tal y como han demostrado multitud de estudios científicos.
Por este motivo a continuación encontrarás las estrategias concretas que han demostrado ser más eficaces para mejorar tus relaciones sociales y emocionales, ordenadas paso a paso para que puedas empezar a desarrollar tus habilidades desde hoy mismo.
Te aviso: ¡probablemente algunas rompan tus esquemas!

Estrategias para aumentar tu confianza

Empezaremos por lo principal, con cuatro estrategias que te permitirán vencer la timidez, sentirte más confiado y a empezar a relacionarte con gente nueva sin miedo.
La clave es que primero aprendas a gestionar tus emociones para que dejen de bloquearte, y luego te mostraré dos maneras de aumentar la confianza en ti mismo para que te sientas más cómodo iniciando nuevos contactos sociales.

1. No evites tus pensamientos negativos (o volverán con más fuerza)

Imagina que tienes una primera cita con una persona que acabas de conocer en un portal de contactos. Es atractiva, divertida y tenéis un montón de intereses en común. Sin duda te sientes muy atraíd@.
Lo más normal sería que te entraran las dudas antes de la cita, ¿verdad? Que si no le vas a gustar, que si es demasiado buena para ti, que si se va a aburrir contigo…
En este caso, ¿cuál es el principal consejo que la gente se empeñaría en darte una y otra vez?
Probablemente algo como “no pienses en eso y muéstrate seguro de ti mismo”, ¿verdad?
La mayoría de nosotros no aceptamos nuestros pensamientos negativos en este tipo de situaciones. Los intentamos ocultar en el fondo de nuestras mentes y nos esforzamos en aparentar todo lo contrario.
Pero en contra de lo que parecería lógico, eso es un error fatal.
En un estudio clásico se demostró que los participantes que intentaron suprimir un pensamiento terminaban experimentándolo el doble de veces que los participantes que simplemente lo aceptaron.

Dicho de otra forma: cuanto más intentes no pensar en algo, más fuerte regresará.
Este efecto rebote no solo se produce con los pensamientos. Se ha comprobado que también ocurre con las emociones, y que es una de las principales causas de la depresión.
No intentes suprimir tus pensamientos y emociones negativas. Déjales existir y sufrirás menos.

2. Reconoce en voz alta tus emociones para reducir su efecto

Volvamos a la situación anterior. Además de dejar que te invadan emociones negativas como la ansiedad o los nervios, ¿puedes hacer algo más para sentirte mejor?
Sí. La ciencia ha demostrado que lo mejor que puedes hacer para reducir el impacto de las emociones negativas como la ansiedad, nerviosismo o tristeza, es dejar de ocultarlas y empezar a hablar de ellas.
Así es. A pesar de que el sentido común y la mayoría de consejos que encontrarás por ahí te dicen cosas como “aparenta seguridad aunque estés nervioso”, si te invade la ansiedad cuando estás en público es mejor reconocerlo en voz alta. Verás como de inmediato te sientes mejor, entre otras cosas porque ya no deberás preocuparte por ocultarla.
Al fin y al cabo, si estás en una cita la otra persona probablemente se esté sintiendo igual.

3. Mantén una postura dominante para sentirte más confiado

Se habla mucho del efecto de nuestro lenguaje no verbal sobre los demás, pero lo que poca gente conoce es que también ejerce otro tipo de influencia sobre alguien más: tú mismo.
La Dra. Amy Cuddy, autora de una de las TED Talks más vistas de todos los tiempos y co-autora de una investigación sobre los efectos de la postura corporal sobre nuestro estado de ánimo, llegó a una conclusión sorprendente.
En su estudio, observó como adoptar una postura de poder (cabeza erguida, hombros hacia atrás, brazos extendidos o manos apoyadas en las caderas) tenía efectos significativos tanto a nivel hormonal como en la conducta de los participantes.


Los resultados fueron que sus niveles de testosterona aumentaron mientras que los de cortisol, la hormona del estrés, disminuyeron. También se sintieron más confiados y dispuestos a correr riesgos.
¿Lo mejor de todo? Que con tan solo permanecer en esa postura durante un par de minutos ya conseguían esos efectos.
Aunque recientemente está apareciendo alguna investigación que pone en entredicho estos resultados, permanecer erguido y en  una postura dominante antes de enfrentarte a alguna situación que te provoque estrés, como una entrevista de trabajo o presentación en público, puede ser una excelente forma de sentirte un poco más seguro de ti mismo.

4. Nunca esperes a sentirte confiado antes de actuar

Si me preguntaran cuál es el principal obstáculo que limita las vidas de la gente tímida o con poca confianza no duraría ni un segundo en la respuesta.
¿Conoces ese tipo de personas que siempre están preparándose para algo pero que nunca terminan de tomar la iniciativa?
Quizás quieren ampliar su círculo de amistades pero no acuden a eventos sociales. O desean encontrar pareja pero no se atreven a mostrar su interés a un desconocido. O llevan años hablando de dejar ese trabajo que tanto les esclaviza pero nunca terminan de dar el paso.
El problema es que toda esta gente, entre la que tú y yo también nos encontramos, está esperando a sentirse segura antes de actuar.
Pero esperar a sentirte de una determinada forma antes de hacer algo es absurdo. ¿Acaso esperaste a sentirte seguro y tranquilo antes de conducir un coche por primera vez?
No. Aún con nervios, te sentaste delante del volante y empezaste a conducir. Y poco a poco, a base de repetirlo, has ido ganando confianza.
¿Eso qué significa? Pues que primero vienen los actos de confianza, y luego las emociones. Sin embargo, el 99% de las personas esperan que ocurra al revés.
No esperes a sentirte seguro antes de enfrentarte a un reto, porque no ocurrirá nunca. Solo desarrollarás tu seguridad si primero te enfrentas a él sin confianza.

Estrategias para comunicarte mejor

La asertividad, así como la capacidad de mantener conversaciones interesantes y tu poder de convicción son fundamentales para establecer relaciones sociales abiertas y saludables.
Así que ahora que ya conoces las principales estrategias para desarrollar tu confianza y sentir menos ansiedad en presencia de extraños, vamos a ver de qué forma puedes comunicarte y conversar mejor.

1. Hablar de tus necesidades multiplicará tu asertividad

Ah, la comunicación asertiva. ¿Cómo decir lo que realmente quieres decir sin que nadie se sienta molesto o se rían de ti?
Bien, según el psicólogo Marshall Rosenberg, experto en resolución de conflictos y creador de la comunicación no violenta, un proceso que permite intercambiar la información necesaria para llegar a acuerdos de forma pacífica, la clave está mostrar algo que todos tendemos a ocultar: nuestras necesidades.
Si tu jefe suele gritarte y faltarte al respeto, en lugar de seguir callado o contraatacar, prueba a añadir tu necesidad real.

Tu necesidad sería el valor humano que tu jefe ataca cuando te falta al respecto. ¿Y sabes una cosa? Todos compartimos las mismas necesidades de seguridad, aprecio, identidad y libertad.
“Cuando me gritas me duele porque necesito sentirme un poco más valorado (tu necesidad). ¿Te importaría dejar de hacerlo?”
Identificar y exponer tus necesidades significa abrirte, y cuando te abres generas empatía y agrado en los demás, tal y como demostró un famoso estudio social. Así resulta más fácil ser asertivo.

2. El tema de conversación favorito de todo el mundo

Aunque ahora ya sabes cómo ser asertivo, quizás todavía evites conocer gente nueva o charlar con extraños por miedo a quedarte sin temas de conversación y no saber qué decir (¡cómo si la responsabilidad de una buena conversación solo fuera tuya y no compartida!).
Podría poner aquí un listado de temas para sacar durante una conversación, pero lo que para mí es interesante quizás para otra persona no lo sea.
¿Pero sabes lo que la ciencia ha demostrado que siempre es interesante?
Tu interlocutor.
Un estudio comprobó que cuando hablamos de nosotros mismos nuestro cerebro literalmente siente placer. Y si las personas sienten placer en tu presencia querrán tenerte cerca.
Así pues, no tengas miedo en interesarte por tu interlocutor y preguntar por él. Una forma muy sencilla para mantener una conversación centrada en la otra persona es no sólo preguntarle por lo que hace, sino por los motivos por qué lo hace.
Evita que se convierta en una especie de interrogatorio añadiendo información sobre ti de vez en cuando, pero en general es buena idea hablar menos y preguntar más.

3. Y la palabra favorita de todos

Una de las primeras cosas que observé cuando empecé a estudiar el comportamiento de la gente más hábil socialmente fue que habitualmente repetían el nombre de las personas con las que estaban hablando.
Tiempo después descubrí que lo que hacían de forma natural también tenía una explicación científica: está demostrado que cuando oímos nuestro nombre se activa una región del hemisferio izquierdo del cerebro asociada con el placer.
Sin embargo la mayoría de personas preguntamos el nombre de nuestro interlocutor al final de la conversación. A veces incluso ni lo preguntamos por pudor y nos despedimos sin esa información.
Por ese motivo es importante que te presentes y preguntes su nombre lo antes posible, para llamarle por él de vez durante la conversación. Así dejarás de ser un completo extraño (ya os conocéis por el nombre) y causarás una mejor impresión.

4. La palabra mágica para persuadir no es “por favor”

¿Te cuesta pedir favores por miedo a que te digan que no? No debería ser así, ya que la ciencia dice que negarse a un favor es más difícil de lo que nos parece.
Sin embargo, existe una forma de ser todavía más convincente cuando pides algo. Y no, no es añadiendo “por favor”.
Para ser más convincente en tu comunicación la palabra mágica que debes usar es, sencillamente, porqué.
En un famoso estudio del profesor Robert Cialdini se comprobó que cuando un estudiante pedía que le dejaran pasar en la cola de la fotocopiadora utilizando un motivo (un porqué) su porcentaje de éxito aumentaba de forma significativa.

En las ocasiones que se dirigió a la gente de la cola diciendo “Disculpad, tengo 5 hojas. ¿Puedo utilizar la impresora?” le dejaron pasar en el 60% de los casos, mientras que cuando dijo “Disculpad, tengo 5 hojas. ¿Puedo utilizar la impresora porque tengo prisa?” el porcentaje subió hasta el 94%.
Aunque en el primer caso fuera lógico pensar que tenía prisa y por eso pedía pasar antes, no lo estaba diciendo, y al no decirlo no lo hacía evidente.
No deja de asombrarme la cantidad de personas que se han acostumbrado a pedir las cosas sin explicar sus motivos. Es cierto que así consiguen reducir la cantidad de información que comunican, pero resulta tremendamente ineficiente.
Si añades una razón a tus peticiones, por evidente que sea, aumentarás tus probabilidades de éxito porque a la gente nos gusta saber que tenemos motivos para hacer lo que hacemos.

Estrategias para conectar con las personas

Ahora que ya sabes cómo empezar a sentirte más seguro y conversar mejor llega el momento de llevar tus habilidades sociales a otro nivel para forjar relaciones más sólidas.
Para ello debes ser capaz de lograr que los demás empaticen contigo y te comprendan mejor, así como desarrollar tu empatía y capacidad de escucha para que sientan que estás conectando con ellos.
¡Y no olvides que para fortalecer cualquier relación social es necesario mantener un contacto periódico!

1. El estilo de comunicación que genera máxima empatía

¿En ocasiones tienes la sensación de que a la gente le importa poco lo que le estás diciendo? ¿O que cuando quieres tener una conversación importante suelen ponerse a la defensiva o enfadarse?
Eso es porque no usas la comunicación emocional.
Estamos acostumbrados a hablar de forma objetiva, inflexible y tajante, sin que la comunicación nazca de lo que hemos observado y sentido.
“Esta película es muy aburrida” es un mensaje inmóvil. La película es así, y si para ti no lo es, estás desafiando mi mensaje.
En cambio, “Cuando fui a ver esta película tenía muchas expectativas, pero me aburrí bastante” es un mensaje que no causa conflicto, porque las experiencias y emociones que sentimos no se pueden discutir. Son nuestras. Lo que yo haya sentido no tiene por qué ser lo mismo que tú.

La comunicación emocional además ha demostrado científicamente dos beneficios.
  • El primero es que te abrirá a los demás y permitirá que te conozcan mejor. Y aunque creas que eso te hace vulnerable, en realidad estarás generando mayor agrado y cercanía.
  • El segundo es que ayudarás a que los demás empaticen contigo y se pongan en tu piel. El motivo es que las emociones se contagian, incluso con solo hablar de ellas.
Haz que la comunicación nazca de ti y empezarás a conectar emocionalmente con el mundo que te rodea.

2. La manera más eficaz de mejorar tu propia empatía

¿Sabes cómo se llama a las personas que carecen de empatía?
Psicópatas. Así que nunca está de más entrenar nuestra capacidad de conectar con los sentimientos de los demás.
Por muchas estrategias que hayas leído, solo existe una forma de ser más empático y comprender a las demás personas: esforzándote por entenderles mejor.
Vale, hay estudios que aseguran que leer novelas de ficción, tener un perro o meditar son útiles, pero la manera más rápida de lograrlo es simplemente intentando ponerte en su piel.
Para conseguirlo tan solo necesitas centrarte en dos cosas:
  • Estar presente en el momento. Olvídate de juzgar lo que te está diciendo, de dejar volar tu mente o de preparar tu respuesta. Centra toda tu atención en tu interlocutor (a mí me funciona fijarme en el color de sus ojos) y escucha. Si alguna vez te distraes, simplemente vuelve centrar tu atención en él.
  • Pregúntate por qué te está contando eso. ¿Qué necesita? ¿Qué emociones siente? ¿Cuáles son los pensamientos, miedos o ilusiones que le provocan esas emociones? Solo así podrás entender qué es lo que le lleva a actuar de esa manera.

3. No es suficiente con escuchar: también debes demostrarlo

Ahora ya sabes cómo mejorar tu empatía y generarla en los demás, así que imagino que no te estaré descubriendo nada si te si te digo que a la gente también le gusta que le escuchen.
Pero lo que realmente marca la diferencia no es si escuchas o no; es si la otra persona se siente escuchada o no.
La forma más sencilla de conseguirlo es sencillamente parafraseando o volviendo a repetir de vez en cuando las últimas palabras de lo que acaban de decir.
– Entonces fue cuando mi padre me llevó al cine por primera vez.
– ¿Al cine por primera vez?
– Sí, porque blablabla…
Quizás te parezca que te estás convirtiendo en un loro, pero de nuevo la ciencia ha demostrado la eficacia de este método. Y es que en un estudio se comprobó cómo los camareros que parafraseaban a su clientes obtenían propinas mucho mayores.

4. Un contacto vale más que mil palabras

Los primates pasan el 20% de su tiempo tocándose, una función que les permite comunicarse, seducirse o aparearse. Sin embargo, en nuestra sociedad prácticamente hemos eliminado el contacto entre personas que no sean nuestros seres queridos.
Pero el contacto sigue manteniendo sus antiguas funciones y ventajas, y puede ser uno de tus mejores aliados para generar vínculos más sólidos.
Se ha demostrado que con solo un ligero contacto en el brazo u hombro de tu interlocutor ya estarás transmitiendo mayor confianza, hasta el punto que una investigación observó que la probabilidad de que un desconocido te preste ayuda crece del 63% al 90% con este simple gesto.

Abrazarte con tus amistades en lugar de simplemente saludarles dándoles la mano es un buen comienzo, pero lo ideal es que empieces a establecer contacto físico lo antes posible en una relación. Así tu interlocutor lo percibirá como algo natural y espontáneo en ti.
Y no es necesario que te sientas incómodo: un simple toque sutil en el brazo o hombre ya es suficiente para generar mayor conexión.

5. Mantén el contacto cada 15 días como mínimo

Ahora ya conoces varias herramientas útiles para crear vínculos más estrechos con las personas. ¿Pero cómo puedes hacer se conviertan en relaciones a largo plazo?
De nuevo la ciencia acude al rescate. Parece ser que por lo menos debes intentar mantener contacto (ya sea por teléfono, Whatsapp o en persona) cada 15 días.
Según un estudio de la universidad de Notre Dame, ese es el tiempo máximo que debe pasar entre interacciones para poder forjar una auténtica relación de amistad. Así pues, no descuides hacer un seguimiento de los contactos que más te interesen por lo menos cada dos semanas. La cantidad también importa.

Resumen: desarrolla tus competencias sociales

Hasta aquí esta guía completa para que empieces a romper malos hábitos y mejorar tus habilidades sociales desde hoy mismo. Recuerda las principales claves:
  • No evites tus pensamientos negativos
  • Reconoce en voz alta tus emociones para reducir su efecto
  • Mantén una postura de poder para aumentar tu confianza
  • No esperes a sentirte confiado antes de actuar
  • Incrementa tu asertividad incluyendo tus necesidades
  • Centra la conversación en tu interlocutor
  • Conoce su nombre lo antes posible y nómbralo de vez en cuando
  • Ofrece siempre un porqué cuando quieras persuadir
  • Utiliza la comunicación emocional para generar empatía
  • Pregúntate los motivos de los demás para aumentar tu empatía
  • Parafrasea lo que te dicen para demostrar que escuchas
  • Añade un poco de contacto físico a tus conversaciones
  • Mantén el contacto cada 15 días para fortalecer una relación
Todas estas estrategias han demostrado científicamente su eficacia para mejorar las habilidades sociales, así que con práctica empezarás a notar los resultados antes de lo que imaginas

Fuente:  http://habilidadsocial.com/como-vencer-la-timidez/

miércoles, 17 de agosto de 2016

Optimismo Tóxico: El exceso de positividad puede ser insano

Autor: Jennifer Delgado
En los últimos años se ha puesto de moda un optimismo ingenuo que muy poco tiene que ver con la Psicología Positiva. De hecho, el optimismo a ultranza puede ser extremadamente dañino, e incluso tóxico. No es lo mismo tener esperanza que desarrollar un optimismo excesivo que le da la espalda a la realidad.
Tanto la esperanza como el optimismo se centran en un futuro positivo. Sin embargo, mientras que la esperanza implica tener fe en que vamos a obtener resultados positivos, el optimismo tóxico implica contar con ellos, darlos por hecho. Este tipo de optimismo se desarrolla cuando dejamos que nuestras emociones manipulen las estadísticas, hasta el punto que nuestro deseo porque algo ocurra sobrepasa con creces las probabilidades reales de que suceda. 

El optimismo desmesurado, un mal que se contagia rápidamente

Podemos pensar que el optimismo tóxico es un mal raro pero en realidad no es así. De hecho, es la causa por la que muchos emprendedores fracasan. Estas personas tienen una idea de negocio y su excitación es tan grande que piensan que se trata de una idea brillante que tiene todas las cartas ganadoras para triunfar. Guiados por ese exceso de optimismo, no crean un plan de emergencia sino que invierten todo lo que tienen en esa idea. Ante las adversidades, contratiempos y problemas, que tarde o temprano siempre surgen, no tienen un plan que les cubra las espaldas, por lo que pueden terminar perdiéndolo todo.
En realidad, el problema no era que la idea no fuera brillante, quizá lo era. El verdadero problema fue su exceso de optimismo, que les llevó a asumir demasiados riesgos y les impidió realizar un plan objetivo de desarrollo que tuviera en cuenta los problemas que podían presentarse en la realidad.
Obviamente, el exceso de optimismo no solo es tóxico para los negocios sino también para nuestra vida personal y profesional. Comprometerse demasiado pronto en una relación de pareja con una persona que apenas conocemos también puede pasarnos una enorme factura emocional, por ejemplo.

En este sentido, resulta particularmente reveladora la paradoja de Stockdale. James Stockdale fue el prisionero estadounidense de mayor rango en la guerra de Vietnam. Lo retuvieron durante 8 años y lo torturaron repetidamente. Sin embargo, sobrevivió.

Mientras estuvo en cautiverio, Stockdale se dio cuenta de que los prisioneros que menos probabilidades tenían de sobrevivir eran precisamente los que tenían un exceso de optimismo. Estos prisioneros no se paraban de repetir que para Navidades todos estarían en casa. Sin embargo, cuando pasaban unas y otras Navidades y seguían allí, terminaban deprimidos y se rendían.

Al contrario, los prisioneros que mantenían la esperanza pero que, a la vez, eran más realistas y no intentaban evadirse de su situación sino que aceptaban los horrores que estaban viviendo con entereza, fueron los que sobrevivieron.

El problema es que el optimismo ingenuo daba lugar a una montaña rusa emocional marcada por la esperanza y la desilusión que, al final, terminaba agotando a la persona, tanto desde el punto de vista físico como psicológico.

5 consecuencias terribles del optimismo tóxico para nuestra vida
El optimismo nos permite mantener la esperanza y luchar por lo que queremos, pero el exceso de optimismo nos puede convertir en personas negligentes y miserables.
1. Te mientes a ti mismo. Mantener un optimismo desmesurado, sin tener en cuenta la realidad, equivale a mentirse a sí mismos, aunque lo peor de todo es que no somos plenamente conscientes de que nos estamos autoengañando.
2. Desarrollas una atención selectiva. Ser excesivamente optimista nos llevará a centrarnos exclusivamente en las cosas que queremos ver. Ese optimismo desmesurado hará que interpretemos incluso las señales de alarma como confirmaciones de que todo va bien, llevándonos a ignorar los pequeños problemas, que probablemente seguirán creciendo hasta convertirse en obstáculos insuperables.
3. Das pasos en la dirección equivocada. El optimismo excesivo impide realizar una valoración objetiva de la realidad, como resultado, no somos capaces de adaptar nuestro guión a lo que ocurre y terminaremos dando pasos en la dirección errónea, en pos de una meta inalcanzable.
4. No tienes un plan B. En la vida, sobre todo cuando emprendemos proyectos importantes, es fundamental mantenerse atentos a los cambios de dirección para corregir el rumbo y, si es necesario, aplicar el plan B. El optimismo tóxico nos impide siquiera valorar esa posibilidad, es como apostar todo a una única mano, sin ser conscientes de que existen probabilidades de perder.

5. Desarrollas expectativas irreales. Organizamos gran parte de nuestra vida en base a lo que esperamos conseguir, lo cual significa que alimentar expectativas irreales hará que vivamos en el mundo de nuestra mente, alejándonos cada vez más de la realidad. En práctica, sería como pensar siempre: "¿para que necesito el paraguas si no va a llover?"

¿Cómo protegerse del optimismo tóxico sin caer en el pesimismo?

Cuando pensamos en el optimismo lo relacionamos con la metáfora del vaso. Ser optimistas es pensar que el vaso está medio lleno, ser pesimistas es pensar que está medio vacío. Obviamente, nadie cuestiona la existencia del vaso, el énfasis siempre se pone en la perspectiva y la interpretación del nivel del agua.
También es curioso que en la cultura occidental tenemos la tendencia a pensar que las cosas buenas, mientras más, mejor. Sin embargo, lo cierto es que el exceso de alegría puede degenerar en moria y el autocontrol emocional puede convertirse en embotamiento afectivo. Los extremos, incluso los que catalogamos como "positivos", pueden convertirse en un arma de doble filo.
En el taoísmo, dado que los eventos no se catalogan como buenos o malos, se promueve un equilibrio entre los extremos. En esta filosofía se piensa que cualquier extremo, sea negativo o positivo, no brinda la felicidad y, a la larga, resulta dañino. 
1. Comprender qué es realmente el optimismo. Algunas personas asumen el optimismo como una negación. De hecho, incluso muchos gurús del Desarrollo Personal lo venden como tal. El mantra es: “¿Te ha ido mal? No importa, pon mente positiva”. En realidad, si nos ha ido mal, debemos buscar las causas y aprender de los errores para no volver a cometerlos. El optimismo beneficioso es aquel que nos permite seguir adelante, a pesar de las cosas negativas pero siendo conscientes de ellas. 
2. Abrazar el optimismo proactivo. Ser optimistas es positivo, decenas de investigaciones han demostrado sus beneficios para nuestra salud mental y física. Sin embargo, sentarse a desear algo no hará que ocurra. Por eso, es importante que el optimismo se acompañe con un plan de acción. Si deseamos algo, no debemos quedarnos de brazos cruzados, debemos trazar un plan realista para lograrlo. Solo así el optimismo dará sus frutos, caso contrario conducirá a la frustración.
3. Bebe una dosis de negativismo estratégico. Alguien dijo: “planea lo mejor y prepárate para lo peor”. No es adoptar una actitud pesimista sino adelantarse a los posibles problemas y buscar soluciones, de manera que no tengamos que renunciar a nuestros sueños. El negativismo estratégico consiste en prever los problemas y contratiempos, para que estos no se conviertan en obstáculos insuperables.
Fuente:  Rincón de la Psicología

miércoles, 3 de agosto de 2016

El enojo



Psicológicamente hay dos rasgos principales que parecen producir una amplia gama de beneficios al ser humano: la inteligencia y el autocontrol. A pesar de décadas de estudios, la psicología no ha encontrado mucho que se pueda hacer para incrementar la inteligencia. El autocontrol, sin embargo, sí puede ser fortalecido de manera permanente, este está directamente ligado al control de las emociones pero sobretodo del enojo.
Todos hemos sentido enojo y lo experimentamos como algo fugaz o como furia total.

El enojo es una emoción humana totalmente normal y por lo general, saludable. No obstante, cuando perdemos el control de esta emoción y se vuelve destructiva, puede ocasionar muchos problemas en las relaciones personales e interpersonales.

El enojo es un estado emocional que varía en intensidad. Varía desde una irritación leve hasta una furia e ira intensa. Como otras emociones, está acompañada de cambios psicológicos y biológicos. El enojo puede ser causado por sucesos externos o internos. Usted puede enojarse con una persona específica o por algo ocurrido, o su enojo puede ser causado por estar preocupado debido a sus problemas personales. Los recuerdos de hechos traumáticos o enfurecedores también pueden despertar sentimientos de enojo.

La forma natural e instintiva de expresar el enojo es responder de manera agresiva. El enojo es una respuesta natural que se adapta a las amenazas, e inspira sentimientos intensos, con frecuencia agresivos, y conductas que nos permiten luchar y defendernos cuando nos sentimos atacados. Por lo tanto, para sobrevivir es necesario un determinado grado de enojo.  Por otro lado, no podemos atacar físicamente a cada persona u objeto que nos irrita o molesta. Las leyes, las normas sociales y el sentido común imponen límites respecto de cuán lejos podemos permitir que nos lleve nuestro enojo.

Las personas utilizamos una diversidad de procesos conscientes e inconscientes para lidiar con los sentimientos de enojo. Las tres reacciones principales son expresar, reprimir y calmarse;  estas deben ser modeladas y reforzadas en niños y adolescentes para que puedan resolver asertivamente los conflictos que se presenten, identifiquemos cada acción:

             Expresar los sentimientos de enojo con firmeza pero sin agresividad es la manera más sana de manifestar el enojo. Para hacerlo, se debe aprender cómo dejar en claro cuáles son sus necesidades y cómo realizarlas sin lastimar a otros. Ser firme no significa ser prepotente ni exigente; significa respetarse a sí mismo y a los demás.
             Otra manera de abordar esta reacción consiste en reprimir el enojo y después convertirlo o redirigirlo. Esto sucede cuando se contiene el enojo, se deja de pensar en ello y en cambio se concentra en hacer algo positivo. El objetivo es inhibir o reprimir el enojo y convertirlo en una conducta mucho más constructiva. El peligro en este tipo de respuesta es que no permite exteriorizar el enojo y puede conducir a conductas pasiva-agresiva porque no se aprende a expresar el enojo de manera constructiva
             Por último, puede calmarse interiormente. Esto significa no sólo controlar la conducta externa sino también controlar las respuestas internas para que cuando la intensidad del enojo disminuya tomar una decisión de cómo actuar.

El enojo en sí mismo no es malo, y debemos evitar decir “no te enojes”, lo importante en enseñar a los niños y jóvenes a utilizarlo de forma constructiva. Recuerde el enojo es bueno para identificar problemas, pero no para resolverlos.

Según la doctora Graciela Moreschi el manejo del enojo no implica simplemente contar hasta 100 o tomar aire. Eso nos ayudará a ser un poco más tolerantes pero para redireccionarlo sugiere los siguientes pasos:
             Aceptar que hay cosas que nos enojan.
             Identificar y aceptar eso que nos enoja.
             Trabajar con el enojo que sentimos.
             Atreverse a “decir” que estamos enojados (con respeto).
             Resolver lo que nos enoja cuando estemos menos enojados.
             No convertir el enojo en violencia.
             Aprender a pedir perdón y a perdonar cuando el enojo fue exagerado o sin sentido.
             No sentir culpa por el derecho que tenemos a enojarnos.


FUENTES:   http://www.apa.org/centrodeapoyo/enojo.aspx
                  http://www.revistabuenasalud.com/enojo-cuando-nos-dana-y-cuando-es-positivo/